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Los beneficios de la cultura

El impacto de las políticas culturales no pude medirse sólo por el número de personas que asisten a un evento*

Publicado: 2015-02-03


Las nuevas autoridades de la Municipalidad de Lima han declarado que los programas culturales de la gestión anterior, como el Festival de Artes Escénicas de Lima (FAEL), requieren ser evaluados. Sin duda eso es lo correcto. Sin embargo, también han señalado que lo harán en función a su “costo/beneficio”, entendiendo por lo último el número de personas que acceden directamente a cada servicio.

Ese criterio es insuficiente para conocer el impacto de las actividades y políticas culturales en el desarrollo de una sociedad. No hay uno sino muchos impactos, y a nivel internacional existen diferentes metodologías para medirlos. Los criterios de cada una de estas varían en función a la definición de cultura manejada, el marco teórico utilizado, la expresión cultural evaluada, el contexto social involucrado o los objetivos de la política implementada.

Todas las metodologías abarcan siempre múltiples campos. La Unesco, por ejemplo, ha identificado recientemente siete ámbitos en el que la cultura juega un rol en el desarrollo: economía, educación, patrimonio, comunicación, gobernanza e institucionalidad, participación social e igualdad de género. Cada ámbito cuenta con indicadores que los ilustran; sean tangibles como el porcentaje de la contribución de las actividades culturales al PBI o inmateriales como el grado de confianza interpersonal.

El valor del FAEL

En el caso del FAEL, una evaluación integral tendría que tener en cuenta, al menos, su influencia en la exportación de la creatividad peruana, la formación de públicos y el crecimiento económico. Veamos cada una.

En las tres versiones del FAEL fueron invitados programadores y directores de otros festivales con la finalidad de que vean obras peruanas y las incluyan en sus programaciones. Producto de ello, Sistema Solar, dirigida por Mariana de Althaus, participó recientemente en el Festival Santiago a Mil de Chile. Al incentivar la circulación del teatro local a nivel internacional, el FAEL motiva la creación de puentes de integración entre nuestros países y el posicionamiento de nuestra creatividad en el extranjero, entre otros beneficios.

De igual manera, un festival como el FAEL permite que los ciudadanos tengan la oportunidad de apreciar, gratuitamente o a precios accesibles, lo mejor del teatro y la danza nacional y mundial. De esa manera se contribuye a la formación de la sensibilidad del público existente y a producir nuevas audiencias.

De hecho, en el FAEL 2014 el 20.6% de los asistentes provinieron de distritos de Lima Norte y Este como Los Olivos, Comas y San Juan de Lurigancho, donde no existen salas de teatro. Al cubrir una demanda cultural insatisfecha y fomentar el interés de los ciudadanos en el teatro y la danza, el Festival desarrolla- a su vez- condiciones para la expansión del mercado de las artes escénicas.

Por último, debido a su magnitud, los festivales son grandes fuentes de empleo y gatillazos para el aumento del consumo cultural en los hogares. A largo plazo, también favorecen el incremento del turismo. En el 2014, 500 mil personas asistieron al Festival Internacional Cervantino de México, lo que significó un movimiento económico similar al de cinco navidades juntas. Según un estudio publicado en el 2013, el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá genera a esa ciudad un factor de multiplicación de 1 por 4,3. En otras palabras, por cada peso invertido por el FITB se crean 4 pesos con treinta centavos en otros sectores como el transporte. Sin duda, la continuidad del FAEL podría permitir que Lima obtenga resultados parecidos en el futuro.

A todo esto, podrían sumarse la profesionalización del sector de las artes escénicas, la puesta en valor del Centro Histórico, el incremento del uso de espacios públicos por la programación de espectáculos en calles y la presencia del Festival y la marca de la Municipalidad en la prensa, valorizada en el 2014 en cerca de un millón de soles.

Por lo tanto, siguiendo al economista australiano David Throsby, “el valor de la cultura es polifacético”. No puede ser reducido a una sola variable. Reconocerlo y medirlo, claro está, exige una gestión profesional de las políticas culturales, el abandono de cálculos políticos coyunturales por proyectos a largo plazo y una concepción del desarrollo más amplia que la ofrecida por el cemento.

* Artículo publicado originalmente en la revista Poder/ Enero 2015.


Escrito por

Santiago Alfaro Rotondo

Sociólogo que navega entre el desarrollo y la política cultural


Publicado en

Resonancia

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